Durante las siguientes jornadas seguí alternando caza con ejercicios de musculación y volando prácticamente todos los días de la semana. Caza, stoops (pasadas al señuelo),caza, balanceos sobre el guante, caza, stoops, caza...
Todas las jornadas que fallaba la urraca salvaje, que se nos escapaba o que no conseguía sacársela de nuevo, si Bugatti seguía en ala sobre la herida esperando que le volviera a sacar una urraca salvaje (a veces salían otras que no había visto) con actitud y siempre antes de que amagara posarse, la premiaba con escape atado a un plomo de unos 40 g, asegurándome que todos los días capturaba y recibía su gorga e intentando que se fuera creyendo que había cazado tras tanto esfuerzo. Seguí sin echarle ninguna urraca entera.
Habían transcurrido dieciséis días desde su primera captura, demasiado desde mi punto de vista.
Ya estaba pensando que tal vez me había precipitado en intentar cazar tan pronto, no hacia más de una docena de pasadas al señuelo aunque en la caza me demostraba que aguantaba mucho más y por otro lado no podía demorarme en exceso.
Era consciente de que las urracas a las que me estaba enfrentando ya no eran las de verano, aunque se azoraban y permitían el encierre, ya jugaban sus cartas con inteligencia.
Había catado varios pesos, era 2 de noviembre y por fin sonó de nuevo la flauta con un nuevo éxito en 548 g (una marca muy parecida a los 547 g de su primera captura). En esta ocasión fue una captura diferente a la anterior, tras varios intentos de una retama a otra, calculé mejor su vuelta para desalojar la urraca en el momento preciso en el que el halcón venía por arriba obligándola a que saliera a lo limpio, momento en que el híbrido aprovechó y se la llevó puesta trabandola en al aire sin dejar apenas tiempo a que la guerrillera emprendiera el vuelo.
Fue una captura de aparente facilidad, de pájara mudada, de un estilo más propio de halcón que de persecución de h.aplomado. Acababa de hacer su segunda captura con una técnica diferente a la primera.
Las dos primeras capturas las había conseguido sin ayuda de nadie y aunque siempre tenia amigos que lo daban todo cada vez que me acompañaban, tenía claro que no siempre podría contar con su ayuda.
Por aquel entonces mis piernas ya se habían cargado lo suficiente como para convencerme de lo que ya sabia, de que iba tarde y estaba haciendo lo difícil, introducir a la caza de la urraca cuando ya comenzaban a estar duras, nada que ver con las urracas de verano de las temporadas pasadas con los aplomados, esas de agosto o septiembre que se tiraban al suelo o perdían la cabeza muy pronto, ideales para introducir a los pollos en caza pero que ahora brillaban por su ausencia y nunca mejor dicho en tornasol.
En ese momento mis expectativas seguían sin ser demasiado positivas, me conformaba si llegaba a la docena de urracas capturadas antes de llevarla a la muda, que se fuese conociéndolas, estaba convencido de la dificultad de aquella empresa.