Relato inspirado en la obra con los ojos cerrados:yo,bahari

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Enrique Perez-Castro
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Relato inspirado en la obra con los ojos cerrados:yo,bahari

Mensaje por Enrique Perez-Castro »

YO, BAHARI:

Era una fría mañana invernal, instantes antes del amanecer .Un manto blanco cubría las calles de Djayyan. El tiempo parecía parado y la mezcla de extraños tonos que la luz producía sobre la mezquita, recién construida por el joven califa Al Hakam, mostraba una extraña belleza que rozaba la divinidad.
Un corto, pero penetrante piar me despertó. Segundos después, me percaté de su procedencia. Se trataba del joven Rassit, el bellísimo halcón peregrino de mi amo, Muhammad Ibn Abi Amir; o como los cristianos del norte lo nombrarían por siglos y siglos, Almanzor.
Pedía ya como era de esperar su desayuno. Como todas las mañanas, me dirigí hacia la estancia de Muhammad para despertarle. Aproveché este momento para comentarle la situación del “Pequeñín” como solía nombrarlo satíricamente. Me ordenó preparar el desayuno de ambos y guardarlo en un morral sin darme explicaciones. Yo ya bien sabía lo que esto significaba. Hoy no sería yo quien alimentase a Rassit, sino que lo haría el mismo.
Preparé pues el almuerzo así como los caballos y él material precisado para nuestra salida venatoria. Pronto estuvo Muhammad listo para partir.
Como el regente califa había ascendido a mi amo el pasado día dos de Safar del año 366 de la Hégira (2 de agosto del 989) al cargo de Wadie, sus privilegios ascendieron notablemente. Entre otros se le concedió el reservado privilegio de tenencia de halcones, animal sagrado según nuestra religión por su santa aparición en El Libro.
Partimos raudos, halcón en puño hacia el sur de la ciudad. Cuando nos encontramos fuera del trasiego de los madrugadores agricultores que partían hacia los extramuros de la ciudad; mi amo decidió que era el momento de des encaperuzar a su amado aliado alado. Al sentir éste el viento sobre su cara se sacudió, colocó sus plumas y comenzó a olearse.
Transcurridos unos minutos, amo y plebeyo llegamos a una hermosa rivera, por el centro de la cual corría el Wad Al Kabir. Sus aguas eran a esta hora del día de un verde esmeralda capaz de enamorar a la mujer más exigente. A sus extremos, extensas llanuras de labranza se extendían hasta el infinito, éstas daban una pincelada de viva hermosura verde.
Los ojos de Almanzor miraban este paraíso terrenal con solemnidad, este era su feudo. Fue entonces cuando decidió dar un empujoncito al “Pequeñín”, como invitándolo a que volase libre. Y así lo hizo, sólo que en vez de desaparecer en el inmenso azul, empezó a dibujar tornos alrededor nuestro para coger altura. Pronto, Rassit parecía un punto en el cielo. El joven aprendiz tenía esta lección muy bien sabida. Sabía que sus aliados humanos espantarían su presa y que desde esa posición gozaba de una ventaja absoluta sobre ella.
Recuerdo que no tardamos mucho en dar con un ave. De pronto, de debajo de nuestros pies surgió una perdiz. El peregrino no tardo en divisarla. Pronto vimos como se descolgaba del cielo aleteando en línea completamente vertical al suelo. Cuando alcanzó su velocidad máxima cerró las alas y se preparó para el fuerte impacto. Los daños en la gallinácea fueron brutales, empezó a dar vueltas en el aire. Pronto el Halcón rectificó el vuelo para trabar a la ahora inerte perdiz en el aire. Para nosotros, toda esta secuencia de sucesos nos pareció durar años pero, en realidad, sucedió en tan solo unos instantes.
Cuando cazador y presa encontraron el suelo, dejaron bajo el sol de la mañana un silencio aterrador.
Corrimos hacia donde se encontraba el halcón al que vimos sobre su presa. Rápido, le ofrecí un suculento trozo de carne. Al verlo, la rapaz saltó decidida sobre mi puño liberando por completo su presa.
Comprobamos entonces una vez más, la astucia del reino animal cuando la dura perdiz se levanto y aunque un poco mareada, despegó para huir de sus captores. Decidió entonces mi amo que seria mejor volver a casa ya que el halcón ya había cazado.
Y así lo hicimos. Pero, recuerdo que en aquella vuelta al palacio no hubo charla alguna, y tengo la certeza de saber que era culpa del halconcillo que, con sus espectaculares acrobacias, nos hizo soñar a ambos una vez más con sus vuelos y recuerdo que, esa mañana, pensé cosa que aun hoy mantengo. Cuando pase a estar con Alá en los años venideros, sólo le pediré un favor a cambio de todos los sacrificios hechos en su nombre. Le diré que me reencarne en un bonito halcón peregrino, morador del Mediterráneo, de esos que los ancianos nombran baharies, y así poder vivir mas años sobre mi tierra, controlándola desde lo alto del inmenso azul que me protegerá y esconderá cuando aceche a mis presas sobre las que caeré como una saeta sin misericordia.
Algún día, algún día seré un bahari….


Quisiera comentar que este texto fue fruto de un sueño que tuve al quedarme dormido leyendo el libro “Con los ojos cerrados”. Me gustaría recomendar este libro a todos los amantes de la caza pero especialmente a un reducido grupo, los cetreros, en el que desde hace muy poco me incluyo.
Con un excelente conocimiento de la forma de vida y costumbres Arábigas acompañado por un vocabulario que llega muy bien al lector, es esta una de las obras escritas que mas me han gustado y le doy la enhorabuena desde aquí a su autor, Rafael Hernández Mancha.
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nombre: Enrique Perez-Castro
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e-mail: castro_18@hotmail.com

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