DE LA IMPORTANCIA DE LOS CASCABELES EN LA MUDA.

[Zarza]

DE LA IMPORTANCIA DE LOS CASCABELES EN LA MUDA.

A un cazador mío acaeció, por descuido de no echarlo en la muda con buenos cascabeles, q saliéndose de ella el azor al principio q comenzaba a derrocar, x no oírlo, nunca se supo nuevas de él hasta mas de cuatro meses que estaba ya mudado; y anduvo todo ese tiempo cabe un lugar que se dice Tejeda, tierra de esta ciudad de Plasencia; y allí hizo asiento, de tal manera que nunca salió de dos leguas alrededor donde con él solía yo cazar, y hay muchas perdices; y andando yo a caza se me aparecía, como dicen del anima pecadora, y veniase a la veces entre los perros cuando había hambre, y si le levantaban perdices volabalas con gran furia, mas aunque el perro la abocaba, no aprovechaba echársela para pensar de cogerlo, y si la había a las manos tiraba con ella; este azor se perdió empollez y de ser razonable se hizo tan bueno y liviano por el tiempo que anduvo en el aire que parecía de Irlanda o tomado de la red; y con el uso de cebarse por su industria se hizo tan recazador que en jaral y espesura cobraba muchas perdices y las había a las manos de tal manera que sentía donde las derrocaba y se tenia en el aire cerniendo hasta que la tomaba a ver en el suelo para apearse por ellas y así la cobraba; y de haber muchas a las manos se perdía muchas veces, y así, de saberse tan bien cebar, me acaecía no hallarlo ni cobrarlo algunas veces en quince días y más, pero para remedio de esto tenia una cosa buena, que donde quisiera que se perdiá se iba derecho a la tierra donde mudó y allí lo hallaban siempre. Este azor era de esta tierra de Plasencia donde, si no fuere por falta de cazador, salen muchos tan buenos como navarros.

Fadrique de Zúñiga y Sotomayor

Y buena ira me invadiría de estar en la piel de tan ignorante cazador que olvidara aprovisionar de buenos cascabeles a su azor durante la muda, porque la rapaz de ser lista y fugaz saliera de su cámara, y porque de ver semejante azor durante tantos días trabar en mis narices, y con tal espesura y tal follaje entre mis canes, que aquellas perdices ya no vuelan, si no que saltan para el gentilis, mi persona seria presa hoy sin duda de mi ira...pero tan bien de mi alegría de saber que semejante pájaro no es esclavo de mi puño y si dueño, de su buen cazar.

Alfonso García

[Hálcon del Céfiro]

Conmueves Zarza

Un saludo

Antonio Mayorca